Como podemos ver en
Lord Keynes, la historia se repite. O por lo menos algunos rasgos inquietantes. En 1929 hubo una crisis que se prolongó hasta el umbral de la Segunda Guerra Mundial (si consideramos que la anexión de Austria por la Alemania hitleriana, en 1938, ya era un primer paso hacia una guerra mundial).
En la historia ha quedado como el hundimiento de la bolsa de Nueva York en octubre del 29 como el comienzo de una crisis "inexplicable". Que fuera ese el principio de la crisis no es más que una convención de los historiadores. Puede decirse que la crisis tuvo su fermento en La Paz de Versailles de 1919, que dio fin a la Primera Guerra Mundial. Las crisis que iba a provocar esa Paz las predijo con gran agudeza Keynes en su "Las consecuencias económicas de La Paz". Las penalizaciones impuestas a Alemania serían imposibles de pagar, además de provocar una malestar social de efectos devastadores. Toda Europa Central se vería atraída y destruida por el agujero negro alemán, causado por la mezquindad de los franceses y la cobardía y cortedad de Woodrow Willson (presidente de EEUU) y de Lloyd George, premier británico.
Esas predicciones se cumplieron. Pero demos por no revelados estos pasos previos a la crisis, y admitamos que empezó en 1929 con la caída de la bolsa americana. En 1929 estaba en la presidencia Hedgar Hoover, un conservador consecuente, que además tenía como hombre fuerte del gobierno a Mellon, el liquidacionista/austérico por excelencia. A ello se añade la pura casualidad que al inicio de la crisis el Presidente de la FED, Strong, monetarista "avans la lettre", se murió y no pudo aplicar su politica contracíclica que tenía in mente. La FED y el gobierno se abrazaron a las ideas austéricas-liquidadionistas, partidarias de una buena hecatombe para que de sus cenizas surgiera una economía más pura.
Se puede decir que una confluencia del destino jugó una mala pasada a EEUU y al mundo, por caer la gobernanza económica en unas figuras consecuentes con sus ideas. Lo cual demuestra que la fidelidad a unos principios no tiene por que coincidir con la eficacia. Ayer como hoy, se demuestra que al ser humano le cuesta más cambiar una creencia irracinal, aunque esta sea dinamita.
El análisis clásico de Friedman sobre este episodio es casi definitivo, aunque no del todo: le falta el papel de patrón oro en la expansión mundial de la crisis (Eichengreen) y el no menos importante papel de las deudas acumuladas (aunque esto no invalida sus conclusiones más que parcialmente).
La actitud conservadora de la FEd y del Gobierno provocó e intensificó el pánico bancario, las quiebras de bancos en cadena, la caída de la producción y el aumento del paro hasta niveles no vistos hasta entonces.
Incluso Lord Keynes, keynesiano por definición, reconoce que si se hubiera puesto todo el empeño en salvar los bancos y el sistema monetario, la crisis se hubiera evitado.
La historia se repite en el sentido de que, de nuevo, los hooverianos-liquidacionistas nos gobiernan. La crisis de hoy se parece a la del 1929, pero más que en sus causas, en la respuesta de los gobernantes. Y tan consecuentes como los de aquel entonces con sus ideas erróneas, asisten impasibles al hundimiento de países enteros aplicando reiteradamente sus recetas mortales.
En EEUU de entonces, tuvo que ganar las elecciones Roosevelt en 1932 para que se tomaran decisiones heterodoxas (cierto, algunas muy erróneas), como romper con el patrón oro, devaluar el dólar, y aumentar la masa monetaria, potenciada por el New Deal, una política fiscal de gasto, opuesta a los recortes de Hoover, pero que hizo crecer la economía y permitió salir de la pobreza extrema. La política fiscal dio fuerza a la política monetaria, en realidad la importante.
Roosevelt no era economista, y se empecinó en errores contraproducentes, como incentivar la destrucción de la oferta de ciertos productos para que aumentaran los precios, priorizar inequitativamente a los sindicatos sobre la empresa, etc, errores que Keynes no dejó de reprocharle. Pero en lo importante acertó.
Lo que demuestra, en todo caso, que el liderazgo político es crucial, pues se atrevió a impulsar medidas que no eran muy bien consideradas por muchos segmentos de la sociedad.
En suma, lo tenemos difícil. Estamos bajo un patrón oro llamado euro. Peor que el oro, pues de ahi te podías salir (de hecho, los países que no estaban en él, como España, sufrieron menos que los demás).
La vigilancia del oro(euro), el verdadero poder económico en Europa, ha caído en manos de un país que lleva en su ADN las ideas mediocres de un contable, preocupado sólo por el descuadre de fin de año. No sé cuantos economistas alemanes han ganado el premio Nobel. Creo que ninguno. A lo mejor me equivoco, pero no importa: les importa un bledo. Luego están los segundones europeos, que no aspiran más que a no enemistarse con Merkel (ya sabemos como se las gasta la pájara cuando le hacen frente: es capaz de desdecirse de lo apalabrado en una cumbre, como el par de revolcones que les dio a Rajoy y Monti. Se quedó tan pancha).