Las rememoraciones del 11-M siguen siendo selectivas, como si los que acceden a ellas quisieran destacar su dolor sobre los demás. Creo que ayer el Cardenal Rouco se atrevió a insinuar algo contra la Doxa oficial. Da igual, esta amortizado. Los demás salen limpios después de verter unas lágrimas de cocodrilo, y afirman que están conformes con la versión oficial, es decir, la sentencia del Tribunal Supremo, que dice claro como el agua que no se sabe quién fue el autor de la masacre. Pero eso la gente no lo sabe, porque no quiere. Sabe que hubo una solemne sentencia, y basta ya.
Repito que no saben como se llama el único condenado a prisión ni qué hizo. Ni se lo preguntan. Se llama Jamal Zougham, el único culpable. Si no es el autor intelectual, ¿por qué no se le somete a un proceso de protección de testigos para que largue lo que sabe? O es que no sabe nada? si no sabe nada, ¿puede ser el autor intelectual? Conste que estas preguntas me las hago en realidad preguntándome sobre España y los españoles. El reflejo que dejan al mirarse en estos hechos es deformante, mostrenco, como las imágenes de los espejos del callejón del gato conque Valle Inclán explicaba España como un esperpento enorme y pesadillesco.
Creo que el mejor homenaje a aquellos muertos inocentes, que iban a su trabajo medio dormidos, sería indagar un poco dentro de esa costra de silencio que nos han impuesto. Pero es imposible. La sociedad está dividida y quiere consignas, no la verdad, o una búsqueda de la verdad, que es lo más humano. No querer saber la verdad no es humano, es de rebaño. La curiosidad es la base de nuestra vida. Sin curiosidad no hay sociedad libre. Hay sociedades tiránicas.
La versión oficial de los hechos -cuyos autores se irritan mucho cuando ven que alguien tiene dudas- es incomprensible. ¡Esa irritación, esa impaciencia!, ¿no os delata?
Unas bombas, unos detenidos, una confusión de tarjetas telefónicas, unos detenidos luego liberados, menos uno, que va a pagar por todos, unos suicidas en un piso franco de la policía (¿qué hacían quién les dejó entrar ahí, cómo se inmolaron, por qué no lo hicieron en los trenes, por qué el único que consigue escapar del piso le dejan libre y no le procesan...? Al final, sólo un culpable condenado a miles de años por vender las tarjetas prepago a los autores suicidas en un piso francos e la policía. Un culpable que ni siquiera participó en la construcción de las bombas, aunque fue visto por testigos ¡de dudosa fiabilidad! en varios vagones a la vez. Testigos que luego se desmintieron y re desmintieron.
(Observen que ni me menciono la mochila de Vallecas, la furgoneta Kangoo, la destrucción de pruebas, que doy por sabido. En ese terreno es donde cargan más las acusaciones de conspiranoia).
No. No me pregunto por mochilas y explosivos. Yo lo que me repunto cómo se puede uno quedar satisfecho con el resultado final del proceso. Por lo que me pregunto es por esto, que expresa irónicamente Luis del Pino, como reprochándose a sí mismo ser de los conspiranoicos errados.
11) Es verdad que, después de 10 años, sólo hay en la cárcel un único condenado por poner bombas en los trenes, pero al fin y al cabo otros7 islamistas se suicidaron en Leganés, y si se suicidaron sería por algo. Y seguro que los que faltan hasta completar la lista de 13 colocadores de bombas murieron en Irak o Afganistán, o en alguno de esos sitios a los que los islamistas suelen ir a combatir a Occidente.
(A lo que añado: ¿si se suicidaron justo cuando entraba la policía, como no salieron todos, afortunadamente, por los aires?)
12) Y sí, también es verdad que el Tribunal Supremo dijo que no se podía determinar qué participación tuvieron los 7 muertos en Leganés en los hechos del 11-M, y que gracias a eso las víctimas del 11-M no han podido demandar por la vía civil a los herederos de esos muertos de Leganés, pero eso no son más que formalismos jurídicos que en nada afectan a la verdad judicial. ¿No se suicidaron en Leganés? Pues entonces no pueden ser sino culpables, aunque no se sepa muy bien de qué. Y está claro que ellos tuvieron que poner alguna bomba, porque si no, ¿quién las iba a haber puesto?
13) Y en cuanto a lo de que no se les hiciera autopsia a los muertos de Leganés para ver si efectivamente se habían suicidado, ese argumento no son más que ganas de enredar. ¿De qué otra manera podrían haber muerto, salvo suicidándose? Entonces, si está claro que sólo podrían haber muerto suicidándose, ¿para qué perder el tiempo haciéndoles una autopsia, por mucho que lo marque la Ley?
14) Tampoco hay nada raro en el hecho de que el octavo habitante de ese piso de Leganés, Abdelmahid Bouchar, que escapó a la carrera del piso atravesando el cordón policial, no fuera considerado colocador de las bombas por el tribunal. Está claro que, si se escapó del piso, es porque no sería tan malo como los otros que había dentro, así que el hecho de que él no colocara ninguna bomba no quiere decir que los otros siete no la colocaran.
Los medios de la conspiración, en su paranoia, han intentado incluso echar basura sobre los testigos protegidos que nos permitieron condenar al único colocador de bombas que hay en prisión, Jamal Zougham. Pero está claro, para aquel que no tenga muy mala intención, que Jamal Zougham es culpable.
15) Es verdad que se le detuvo por vender las tarjetas telefónicas de las bombas y que resulta un poco raro que un miembro del comando terrorista venda las tarjetas a sus compañeros de comando, en lugar de dárselas directamente, pero es que el que uno sea islamista no quiere decir que no pueda ser roñoso.
16) Y es cierto también que el vender tarjetas no es delito, y que no había un motivo sólido para su detención inicial, pero es que luego aparecieron, en los meses sucesivos, hasta ocho testigos que dijeron haberle visto en los trenes, así que es normal que le mantuviéramos en la cárcel. El que esos reconocimientos fueran contradictorios (porque, si todos los testigos dijeran la verdad, Jamal Zougham tendría que haber estado en al menos tres trenes simultáneamente), no tiene importancia. El Tribunal Supremo se quedó con dos de esos ocho testimonios, y resolvió así la contradicción.
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Puede que Jamal Zougham sea el autor del atentado. Puede que sea el único autor vivo. Vendía tarjetas con las que se hizo explosionar las bombas. Fue visto, o no visto, en varios vagones del tren el día de los que atentados, con el don de la ubicuidad, es decir, en distintos vagones a la vez. No estuvo en la casa de Morata de Tajuña, donde se montaron las bombas. Tampoco estaba en el funesto piso de Leganés, para ir al Walhalla con sus compinches. Quizás él sepa más de la trama, si es que es tan culpable, por lo que no entiendo cómo no se le ofrece un trueque por más información, o se le extorsiona, o se le soborna. En cualquier otro país estaría ya en programa de testigo protegido. Pero, ah! Igual no sabe nada. Y si no sabe nada... Lo mismo se puede decir del fugado de ese piso, dejado desimputado y libre, ¡con lo que debía saber! O no, porque el Tribunal Supremo, sino que los de Leganés no eran participantes, ergo no sabrían nada... Y de paso las víctimas no pudieron demandar a sus familias. Cuanta gente participante NO sabía nada.
En suma, en cuanto a los acusados y condenados, no hay más remedio decir que es inverosímil y hasta absurdo el resultado del proceso. Un auténtico esperpento, una historia "llena de ruido de furia contada por un imbécil y sin sentido alguno".