La amistad es una curiosa historia. Me refiero a la amistad desinteresada, claro. La amistad entre un hombre y una mujer no es posible -que yo sepa. Es curiosa porque es una fuente de felicidad más estable que las demás: se perdona más los agravios, se les de menos importancia. Sin embargo, la gente lo que practica es otra cosa. No se como llamarlo, pero es otra cosa. La gente suele estar casada, y entonces intenta practicar la amistad intermatrimonial, es decir, entre matrimonios. No funciona. Es una manera de no estar sólo, quieras o no quieras.
El matrimonio es más fuerte que la amistad y tiende a acabar con ella. Es como si el que se casa cambia de planeta. Adiós, dice la amistad, aquí nadie me necesita. Entonces se establecen nuevas relaciones, no amistades. Esas relaciones tampoco son estables. Los niños aparecen, y obligan a recomponer el círculo social. Los niños, o sea, las madres, obligan mucho. Las madres son las que deciden como debe ser el niño, lo que le conviene, qué colegio, quién le lleva, que amiguitos y amiguitas le convienen... Y eso hace cambiar el horizonte de amistades, naturalmente. Dicen que la decisión la han tomado juntos, él y ella, pero ella ya la había tomado antes de conocer a su pareja. Ella tiene una brújula y ellos no.
El matrimonio es una fuente de algo, pero ahora se me ha olvidado de qué -aparte del sentido transcendental, claro. Yo estoy casado y no puedo imaginarme qué hubiera sido de mí de no estarlo. Hubiera sido un desastre, eso desde de luego. En todo caso, es algo más profundo y elemental que el sentido transcendental que se le quiera dar.
El matrimonio, o la pareja estable, es una cosa que existe en todas las civilizaciones desde que apareció el hombre en la tierra. O sea, que tiene raíces muy profundas en el alma humana. Somos antes que nada hijos de una familia. No somos individuos: somos antes que nada seres desvalidos criados en una familia. Bien, mal o regular, pero así es. Los que se han querido cargar a la familia como rémora del avance social son imbéciles. Por ejemplo Engels, el amanuense de Marx. Estos quisieron destruir la familia porque, pensaban, era el núcleo de la propiedad privada. Pues sí, lo es, pero porque es el núcleo de todo lo que sea social. De ahí su solidez ( de la propiedad privada). No es la propiedad la que hace fuerte a la familia, es al revés. En realidad son dos caras de la misma moneda, son inextricables. Es un aspecto más de los lazos que hacen a la familia la unidad social básica.
Primero está la familia, luego viene la religión a consagrarla. Pero antes de la religión, esta inscrita en el genoma humano, sobre todo de la mujer, desde siempre. Querer cambiar eso es una sofistería. Los constructivistas - los que quieren reconstruir la sociedad desde unas nuevas premisas, generalmente falsas- no tiene dotes de observación. Si los tuvieran, no dirían las gansadas que dicen.
Eso no quiere decir que la familia dé la máxima felicidad. No. Eso sería pedir peras al olmo. La familia puede ser fuente de felicidad o puede que no. Pero su función es otra, que no es más que obedecer al impulso instintivo que lleva a la necesidad de entrar en sociedad por la familia. No se puede concebir la sociedad sin esa puerta de entrada que te protege durante la infancia. Démonos por satisfechos si, de mayores, echamos la vista atrás y vemos con nostalgia nuestra infancia. Eso un un indicio muy positivo, insustituible.
Todo lo demás son romanticismos que exacerban las fricciones inevitables de la condición humana; que están bien si no se toman en serio, o sólo durante la época más vulnerable de la vida - y más peligrosa. Esa época que hay entre los Reyes Magos (totalmente inocuos, y necesarios) y las novelas románticas. Una vez pasado ese cabo, la realidad nos ha entrado más o menos en la cabeza.
Aunque lo que pasa es que lo sueños cambian de forma, pero siguen ahí, dándonos vida. Aveces nos llevan a situaciones complicadas, ficticias.
Uno de esos sueños románticos que a mí me parece cosa de poca realidad es el matrimonio homo. No deja de sorprenderme que tras una lucha de siglos para lograr su nicho social, su único afán es imitar a la pareja hetero y adoptar hijos. No me cabe en la cabeza, salvo que tengan una ansia de respetabilidad. Como parto de la base de que estas cosas están muy enrraizadas o no duran, creo, es decir, conjeturo, que no durará. No que vaya a pasar de moda, sino que no tendrá la fuerza de la familia de siempre.
Esto lo digo sin ningún juicio moral, que no tengo por qué hacer. Es más, me parece un experimento social interesante. Sobre todo lo de los hijos adoptados. Los hijos adoptados de las familias normales no ha sido una cosa exitosa, según tengo entendido. Los hijos no naturales suelen tener una tendencia a rebelarse contra su destino. Tienen más probabilidades de ser infelices que los otros. La adopción es necesaria, pero no plenamente exitosa. Por lo cual conjeturo que en las parejas homo esas tendencias se va a agudizar. Y sin embargo me parece también necesario cuando no hay suficientes parejas normales para adoptar. Siempre será un niño acogido en un ente no más o menos de cariño y protección. Eso es lo más importante.
Repito, intento evitar juicios morales.
Vaya, había empezado por la amistad... Bah, dejemoslo. Es mucho más importante la familia.